Rafael Nadal llega casi a la carrera a la cafeteria de la sala de prensa de Roland Garros. Viene recién duchado tras entrenarse con Roberto Quiroz, un júnior ecuatoriano, zurdo como él, como Melzer tu rival del viernes en las semifinales- y como Andrés Gómez, campeón de Roland Garros en 1990 tras sorprender a Agassi en la final y tío del Sparring elegido por el número dos del mundo.Cumple 24 años, pero no se puede permitir excesos antes del duelo ante Melzer
Óscar Fornet (Enviado especial) París
Nadal sonríe sin disimular su rubor cuando escucha un año más en París el cumpleaños Feliz una tradición ya en el torneo sólo interrumpida por Soderling el año pasado. Nadal mira a un lado, luego al otro, ahora así, ahora asá, atendiendo a cada requerimiento de los reporteros gráficos, delante de una tarta gigante de cartón armada para la ocasión. Felicidades, Rafael se puede leer. Nadal sopla las 24 velas, da las gracias y como puede se abre paso entre la multitud de �lashes�y curiosos.
Ya ha cumplido. Hasta aquí la fiesta. Después, vuelta a la rutina, a los cuidados necesarios para que todo esté a punto antes de buscar su quinta final en Roland Garros, la que, de ganar, le situaría a un solo triunfo de Bjorn Borg, el rey de París con seis títulos. Lo celebraré por el día, pero no por la noche. Eso lo dejaré para cuando vuelva a Mallorca� avanza el balear.
Hay un gran título en juego, y con eso no se juega. Un triunfo ante Melzer el sábado y otro el domingo ante Soderling o Berdych le situaría -además de a la altura de Borg- como el segundo tenista más joven de la historia capaz de alzar siete trofeos de Grand Slam. De nuevo se vería superado sólo por el sueco (23 años y cinco días). Él lo conseguiría con 24 años y tres días, 17 días más joven que Mats Wilander, 26 más que Pete Sampras y 171 más que Roger Federer.