- De nada sirvió la atronadora carga final ni el golazo de Quagliarella en el descuento
- Horrorosa primer acto de los italianos y errores infantiles de la zaga en la segunda
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Ese final salvó la cara al menos la cara de Italia, aferrada como siempre a la gesta, al balón colgado, al último rebote. El juez de línea anuló un gol a Di Natale que habría significado el 2-2. Ni siquiera se rindió la Nazionale con la vaselina de Kopunek. Todavía faltaba el último aliento, los centros al área de Mucha y el amago de infarto en la grada. Se escucharon por primera vez los gritos de ¡¡Italia, Italia!!, pero todo fue en vano. Los eslovacos, un equipo del montón, con un puntito rupestre, manejaron como pudieron la tiritona para conseguir el mayor hito de su brevísima historia.
No se dejó ganar el equipo de Vladimir Weiss, como había sugerido Umberto Bossi en la previa. Nada de eso. Con Kucka y Hamsik de comandantes en la medular y la velocidad de Jendrisek y Stoch, se hizo cargo de la situación durante tres cuartas partes del partido. Fue creciendo hasta enseñorearse. Antes de la media hora se puso por delante gracias a un derechazo cruzado de Vittek y en su área no sufrió ni un rasguño. Porque la mejor ocasión italiana fue un cabezazo en propia puerta de Skrtel en el minuto 40, a un palmo del larguero.
Italia no existió durante demasiado tiempo. Ni siquiera el día en que Lippi se decidió por el tridente napolitano (Pepe, Iaquinta y Di Natale). Fue duro para todos, pero especialmente para Montolivo, que se fue con el desastre escrito en el rostro. Su incapacidad para ofrecer un hálito de fútbol y sus errores en el pase quedaron aún más en evidencia con la salida de Pirlo, siempre idolatrado aunque aparezca en muletas. El único arreón de casta azzurra coincidió con los primeros minutos del '21' del Milan, pasada ya la hora de juego, cuando Skrtel sacó bajo el larguero un remate de Quagliarella.
Cargaba como podía Italia y Stoch amenazaba con alguna salida rapidísima por la derecha. Y en un córner, Hamsik metió un balón de gol para que Vittek igualara a Higuaín en la tabla del Pichichi. Se frotaban los ojos los eslovacos, perdía tiempo su portero y la hinchada 'azzurra' se desesperaba en la tribuna. Nadie lo sabía por entonces, pero todavía quedaba lo mejor.
Por ejemplo, los centros de Pepe desde la derecha, los caracoleos de Di Natale y la pifia de Chiellini, que regaló la opción del 3-1 con una pésima entrega a su portero. Un gol en saque de banda, toda una ofensa para la Tricolore. Cuando todo parecía muerto, la 'emboquillada' de Quagliarella, las respiraciones contenidas y el terrible pitido final. Italia se marchaba del Mundial. Ellis Park asistía incrédulo y los eslovacos daban una vuelta de honor con su bandera.